Al contrario de la creencia popular, la tartamudez no es un trastorno del lenguaje sino de la comunicación
Desde 1998, se conmemora el Día Mundial del Conocimiento de la Tartamudez cada 22 de octubre con el objetivo de dar a conocer este problema, que se caracteriza por interrupciones voluntarias del habla y que en pleno siglo XXI todavía supone un estigma para los afectados.
Por este motivo, la finalidad de esta conmemoración es concienciar, informar, visibilizar y sensibilizar a la sociedad acerca de este trastorno de la fluidez del habla.
El día internacional pretende crear conciencia social para eliminar la discriminación y promover oportunidades para aquellos que padecen este trastorno y que encuentran múltiples obstáculos a la hora de entablar relaciones sociales o encontrar un puesto de trabajo, por ejemplo.
A menudo, estas interrupciones están acompañadas de tensión muscular en cara y cuello, miedo y estrés, que son las muestras visibles de la interacción de factores orgánicos, psicológicos y sociales que determinan al individuo.
La tartamudez comienza generalmente entre el segundo y el cuarto año de vida, aunque se suele confundir con las dificultades propias de la edad a la hora de comenzar a hablar. Al final, solo uno de cada veinte niños acaba tartamudeando y muchos superan el trastorno en la adolescencia.
En edad adulta, se trata de un trastorno que afecta a menos del 1 por ciento de las personas y no distingue entre clase social ni raza aunque sí es más común en hombres (75%) que en mujeres. En concreto, afecta a 7 de cada 1.000 individuos, lo que significa que hay aproximadamente 40 millones de disfémicos en el mundo.
Todavía se desconoce con exactitud qué provoca la tartamudez pero sí son evidentes sus efectos psicológicos, que pueden derivar en una depresión y una fobia social donde se teme tartamudear frente a las personas y provocando en muchas ocasiones el aislamiento del individuo.
Sentimientos comunes a las personas que tartamudean son la vergüenza, el miedo, la ansiedad, el enfado, la frustración y una sensación de falta de control.
En el año 2010 un grupo de científicos anunciaron el descubrimiento de tres genes asociados con la prevalencia de la tartamudez. De hecho, diversos estudios desde entonces han demostrado que su causa es hereditaria en un 80 por ciento y de origen bioneurológico en un 20 por ciento.
De hecho, Sigmund Freud y sus seguidores fueron los primeros en asociar la tartamudez a crisis nerviosos y problemas psíquicos ya que hasta entonces y desde la antigüedad, se asociaba a problemas de la lengua y las vías respiratorias.
Existen diversos tipos de tartamudez, clasificada en función de su origen:
• Neurogénica o tartamudez adquirida: producida por una lesión o golpe en el cerebro. No comporta miedo o ansiedad.
• Psicógena: la menos común. Producida por un trauma grave y los afectados tampoco muestran ansiedad.
• De desarrollo: la más habitual. Ocurre en el momento en el que el niño se encuentra aprendiendo el lenguaje y el habla.
El trastorno también se puede clasificar según su forma de presentación:
• Tónica: múltiples interrupciones ocasionadas por espasmos en las que el paciente no emite ningún sonido y presenta rigidez y tensión faciales.
• Clónica: se caracteriza por la repetición de sílabas y palabras enteras, más frecuentes en consonante que en vocal y generalmente al principio que en medio de la palabra.
• Mixta: es el tipo más frecuente porque no es habitual hallar un disfémico puro tónico o clónico, la mayoría combina los dos síntomas.